jueves, 30 de junio de 2011

El manejo de los riesgos en las playas y la Geografía Litoral


Las playas son el principal sitio de recreación en las costas y como tal atrae gente al ambiente litoral. Las playas son, sin embargo, inherentemente, peligrosas. Ellas conforman el límite entre tierra firme y el agua profunda; tienen una topografía variable; además contienen zonas de rompientes las cuales pueden inducir turbulencias extremas y remolinos, las cuales generan fuertes corrientes que pueden mover a un bañista hacia a lo largo de la costa o incluso arrastrarlo mar adentro. Hay tres peligros comunes a todas las playas; la profundidad del agua, rompiente de las olas y corrientes de las zonas de surf (En Geografía Litoral, la zona de surf es aquella que se encuentra entre la zona de rompientes y la orilla de playa).

Cada uno de estos factores puede poner a las personas en riesgo en las playas. Peligros adicionales son producidos también por factores regionales tales como el rango de las mareas, corrientes y vientos fuertes junto a factores locales como rocas, arrecifes y acantilados. Las playas por lo tanto, contienen un inherente rango de peligros.

Las playas se convierten en un riesgo público cuando las personas entran en el ambiente de ellas, siendo el nivel de riesgo una función de ambos, la naturaleza y nivel de peligro; y el tipo y número de personas. La presencia de salvavidas y el gran número de personas que son rescatadas y aquellas que se ahogan en las playas confirman este riesgo (Gould, 1997).

Este problema a empezado a ser tomado en serio por las autoridades desde principios del siglo pasado, sin embargo se ha impuesto una forma de enfrentar el problema que hace el mayor énfasis en el rescate y no en el conocimiento de la dinámica natural propia de las zonas costeras que produce las amenazas. En países desarrollados se ha desarrollado una forma más óptima de abordar el problema a partir del desarrollo de la Geografía Litoral.

Desarrollo de la Geografía Litoral en la Escuela Australiana: hacia el manejo de los riesgos en playas

A mediados del siglo pasado surge dentro de la Geografía el campo de la Geografía Litoral, rama que se funda con el objetivo de estudiar las zonas costeras. Distintas escuelas nacionales se han formado desde entonces abordando una gran variedad de aspectos como la paleogeografía litoral o los estudios estuariales. Entre estas escuelas se destaca la australiana que se ha abocado al estudio de las playas y ha puesto en la palestra los peligros asociados a estas. Ya en los albores de la naciente disciplina, Shepard (1950) explicaba el funcionamiento de las rompientes y demostraba que estas son un peligro para las personas que nadan en la zona de surf.

En los setenta se desarrollaron diferentes modelos morfodinámicos en base al conocimiento de los distintos tipos de playa que existen. Posteriormente en los años ochenta se tomaron como base estos modelos para el conocimiento y la cuantificación de los peligros en las playas.

Ya en los noventa, Short y Hogan (1994) introdujeron un modelo que definía una escala del peligro en las playas con el propósito de cuantificar empíricamente el nivel de peligros asociados a cada tipo de playa dominadas por las mareas. Short et al. (1996) expandieron esto para incluir las playas modificadas por la marea, junto con comentarios sobre la morfodinámica y peligros asociados. La escala de peligro va desde 1 (peligro bajo) hasta 10 (peligro máximo). Se puede definir la peligrosidad de cada playa por sus condiciones promedio o por las condiciones prevalecientes día a día, ambas también toman en cuenta peligros adicionales locales, como rocas, arrecifes y entradas.

Es importante notar que la peligrosidad promedio de una playa esta basada en los peligros que prevalecen en un tipo de playa típico bajo condiciones de oleaje promedio para ese tipo de playa. En cambio la peligrosidad prevaleciente de una playa, es el nivel de peligro asociado con un tipo particular de playa bajo condiciones de oleaje prevalecientes de un día o lapso determinado. Por lo tanto, para cualquier tipo de playa, cuando las condiciones del oleaje cambian, también lo hará la peligrosidad prevaleciente. Todos los tipos de playa tienen peligrosidad prevaleciente baja y moderada con olas bajas y todas tienen peligro extremo cuando las olas exceden los 3 metros.

Con el objeto de cuantificar el nivel de riesgo público, contrapuesto con el nivel de accidentes, Short y Hogan (1990) introdujeron el parámetro riesgo de playa R*.

R* = r/ (p/1000)

Donde r es el número total de rescates durante la temporada de playa y p el número de asistentes a las playas en esa temporada. En 12 playas populares de Sydney, ellos encontraron que R* tenia un rango de 0.5 a 6 rescates/ 1000 personas, indicando que las playas más peligrosas (con un rango de 6), tenían hasta 12 veces más rescates por mil usuarios que al juntar las playas menos riesgosas (con rango de 2).

El mantener la seguridad pública en las playas requiere de ambos, identificación del peligro y la disminución de aquellos. La estimación del rango peligrosidad promedio claramente identifica los peligros generales, mientras que la peligrosidad prevaleciente de una playa identifica el aumento o disminución del peligro en cualquier momento. Cuando se combina con el nivel de uso de la playa, entonces el nivel de riesgo público se puede estimar, donde el riesgo público P* es:

P* = f (rango de peligro de la playa por cantidad y tipo de usuarios de la playa).

Aplicación de los conocimientos al manejo del riesgo en playas

Finalmente las autoridades de Australia prestaron atención a las propuestas de los geógrafos litorales lo que permitió que un grupo de geógrafos dirigidos por William Read aplicaran estas metodologías a la administración de las playas en Australia, desarrollando el Australian Beach Safety and Management Program (Short, 1997), el cual puede ser usado en un modo de planeamiento y estrategia. En el modo de planeamiento, el rango de peligrosidad promedio de la playa y el promedio de la población de la playa son usados para estimar el nivel promedio de riesgo. Esto es entonces usado para determinar el nivel general de recursos requeridos para cualquier playa en particular. De esta forma, los recursos requeridos para la seguridad de una serie de playas puede ser igualado al nivel general de riesgo.

En el modo estratégico los salvavidas estiman el rango de peligro predominante en la playa y su población y por lo tanto el nivel de riesgo predominante. Basado en esto último, la cantidad real de recursos requeridos para mantener la seguridad pública adecuada, puede ser determinada. Esto podría requerir un aumento temporal en los recursos para la seguridad cuando el nivel de riesgo excede el nivel promedio para esta playa.

Usando este procedimiento, el nivel general de recursos para seguridad es igualado con el nivel promedio de riesgo y se pueden hacer ajustes a los recursos de seguridad según cambian los niveles de riesgo y las condiciones.

Este plan asegura que los peligros en la playa y el nivel de riesgo son claramente identificados permanentemente y que los recursos de seguridad son apropiados para mantener una seguridad pública adecuada en la playa.

El mundo frente al modelo australiano y el caso chileno

El éxito en la prevención de los accidentes sufridos por bañistas en Australia, provocó que este esquema se imitara en otros países desarrollados con costas peligrosas, tales como Estados Unidos, Nueva Zelanda, Japón, entre otros con gran éxito. En el caso de Latinoamérica la norma sigue siendo hacer énfasis en el rescate. Mientras que Brasil es la única excepción de la zona que ha empezado a clasificar sus playas según su potencial de peligrosidad, en México las zonas de rompiente de la costa pacífica siguen siendo llamadas las garras de la muerte. En Colombia según Rangel-Buitrago & Anfuso (2009) en algunas playas de la costa del Pacífico es común que cuatro o más personas se ahoguen cada mes.

En Chile los esfuerzos se han enfocado al rescate, la concientización de la población de los peligros del mar mediante spots publicitarios y el uso en las playas de mayor concurrencia del sistema de banderas verde y roja para restringir el baño según las condiciones del oleaje. De esta forma los salvavidas y patrullas, quienes por casi un siglo han patrullado nuestras playas, a pesar de estar normalmente bien entrenados en técnicas de rescate, reciben poco entrenamiento y a menudo tienen poco conocimiento de la causa de los problemas, es decir, de la dinámica de la playa y la zona de surf.

Es de esperar que no sea necesario que la geografía litoral chilena se deba desarrollar a tal magnitud que sea capaz de influir a las autoridades para que se aplique el modelo de administración del peligro en las playas basado en el conocimiento de la dinámica natural del litoral, y así se logren disminuir el número de accidentes en la costa que según datos de DIRECTEMAR durante la Temporada de Playa 2010/2011 ascendieron a 466 casos.

Bibliografía

Gould, R., (1997). USLA lifesaving statistics, National Lifesaving Statistics Report 1996. American Lifeguard Magazine, 13, 8-9.

Rangel-Buitrago, N. & Anfuso, G. (2009). Assement of Coastal Vulnerability in la Guajira Peninsula. Journal of Coastal Research.

Shepard, F., (1950). Longshore bars and longshore troughs. Beach Erosion Board, Technical Memo 15, p. 32.

Short, A. (1997). Australian Beach Safety and Management Program, International Medical-Rescue Conference. Leuven, Belgium, International Life Saving Federation.

Short, A. & Hogan, C. (1990). Beach Hazards & Safety. Journal of Coastal Research.

Short, A. & Hogan, C. (1994). Rip Currents and beach hazards: Their impact on public safety and implications for coastal management. In: FINKL, C.W. (ed.), Coastal Hazards. Journal of Coastal Research Special Issue No. 12, pp. 197- 209

Aporte de Daniel Acuña N.