jueves, 30 de junio de 2011

El manejo de los riesgos en las playas y la Geografía Litoral


Las playas son el principal sitio de recreación en las costas y como tal atrae gente al ambiente litoral. Las playas son, sin embargo, inherentemente, peligrosas. Ellas conforman el límite entre tierra firme y el agua profunda; tienen una topografía variable; además contienen zonas de rompientes las cuales pueden inducir turbulencias extremas y remolinos, las cuales generan fuertes corrientes que pueden mover a un bañista hacia a lo largo de la costa o incluso arrastrarlo mar adentro. Hay tres peligros comunes a todas las playas; la profundidad del agua, rompiente de las olas y corrientes de las zonas de surf (En Geografía Litoral, la zona de surf es aquella que se encuentra entre la zona de rompientes y la orilla de playa).

Cada uno de estos factores puede poner a las personas en riesgo en las playas. Peligros adicionales son producidos también por factores regionales tales como el rango de las mareas, corrientes y vientos fuertes junto a factores locales como rocas, arrecifes y acantilados. Las playas por lo tanto, contienen un inherente rango de peligros.

Las playas se convierten en un riesgo público cuando las personas entran en el ambiente de ellas, siendo el nivel de riesgo una función de ambos, la naturaleza y nivel de peligro; y el tipo y número de personas. La presencia de salvavidas y el gran número de personas que son rescatadas y aquellas que se ahogan en las playas confirman este riesgo (Gould, 1997).

Este problema a empezado a ser tomado en serio por las autoridades desde principios del siglo pasado, sin embargo se ha impuesto una forma de enfrentar el problema que hace el mayor énfasis en el rescate y no en el conocimiento de la dinámica natural propia de las zonas costeras que produce las amenazas. En países desarrollados se ha desarrollado una forma más óptima de abordar el problema a partir del desarrollo de la Geografía Litoral.

Desarrollo de la Geografía Litoral en la Escuela Australiana: hacia el manejo de los riesgos en playas

A mediados del siglo pasado surge dentro de la Geografía el campo de la Geografía Litoral, rama que se funda con el objetivo de estudiar las zonas costeras. Distintas escuelas nacionales se han formado desde entonces abordando una gran variedad de aspectos como la paleogeografía litoral o los estudios estuariales. Entre estas escuelas se destaca la australiana que se ha abocado al estudio de las playas y ha puesto en la palestra los peligros asociados a estas. Ya en los albores de la naciente disciplina, Shepard (1950) explicaba el funcionamiento de las rompientes y demostraba que estas son un peligro para las personas que nadan en la zona de surf.

En los setenta se desarrollaron diferentes modelos morfodinámicos en base al conocimiento de los distintos tipos de playa que existen. Posteriormente en los años ochenta se tomaron como base estos modelos para el conocimiento y la cuantificación de los peligros en las playas.

Ya en los noventa, Short y Hogan (1994) introdujeron un modelo que definía una escala del peligro en las playas con el propósito de cuantificar empíricamente el nivel de peligros asociados a cada tipo de playa dominadas por las mareas. Short et al. (1996) expandieron esto para incluir las playas modificadas por la marea, junto con comentarios sobre la morfodinámica y peligros asociados. La escala de peligro va desde 1 (peligro bajo) hasta 10 (peligro máximo). Se puede definir la peligrosidad de cada playa por sus condiciones promedio o por las condiciones prevalecientes día a día, ambas también toman en cuenta peligros adicionales locales, como rocas, arrecifes y entradas.

Es importante notar que la peligrosidad promedio de una playa esta basada en los peligros que prevalecen en un tipo de playa típico bajo condiciones de oleaje promedio para ese tipo de playa. En cambio la peligrosidad prevaleciente de una playa, es el nivel de peligro asociado con un tipo particular de playa bajo condiciones de oleaje prevalecientes de un día o lapso determinado. Por lo tanto, para cualquier tipo de playa, cuando las condiciones del oleaje cambian, también lo hará la peligrosidad prevaleciente. Todos los tipos de playa tienen peligrosidad prevaleciente baja y moderada con olas bajas y todas tienen peligro extremo cuando las olas exceden los 3 metros.

Con el objeto de cuantificar el nivel de riesgo público, contrapuesto con el nivel de accidentes, Short y Hogan (1990) introdujeron el parámetro riesgo de playa R*.

R* = r/ (p/1000)

Donde r es el número total de rescates durante la temporada de playa y p el número de asistentes a las playas en esa temporada. En 12 playas populares de Sydney, ellos encontraron que R* tenia un rango de 0.5 a 6 rescates/ 1000 personas, indicando que las playas más peligrosas (con un rango de 6), tenían hasta 12 veces más rescates por mil usuarios que al juntar las playas menos riesgosas (con rango de 2).

El mantener la seguridad pública en las playas requiere de ambos, identificación del peligro y la disminución de aquellos. La estimación del rango peligrosidad promedio claramente identifica los peligros generales, mientras que la peligrosidad prevaleciente de una playa identifica el aumento o disminución del peligro en cualquier momento. Cuando se combina con el nivel de uso de la playa, entonces el nivel de riesgo público se puede estimar, donde el riesgo público P* es:

P* = f (rango de peligro de la playa por cantidad y tipo de usuarios de la playa).

Aplicación de los conocimientos al manejo del riesgo en playas

Finalmente las autoridades de Australia prestaron atención a las propuestas de los geógrafos litorales lo que permitió que un grupo de geógrafos dirigidos por William Read aplicaran estas metodologías a la administración de las playas en Australia, desarrollando el Australian Beach Safety and Management Program (Short, 1997), el cual puede ser usado en un modo de planeamiento y estrategia. En el modo de planeamiento, el rango de peligrosidad promedio de la playa y el promedio de la población de la playa son usados para estimar el nivel promedio de riesgo. Esto es entonces usado para determinar el nivel general de recursos requeridos para cualquier playa en particular. De esta forma, los recursos requeridos para la seguridad de una serie de playas puede ser igualado al nivel general de riesgo.

En el modo estratégico los salvavidas estiman el rango de peligro predominante en la playa y su población y por lo tanto el nivel de riesgo predominante. Basado en esto último, la cantidad real de recursos requeridos para mantener la seguridad pública adecuada, puede ser determinada. Esto podría requerir un aumento temporal en los recursos para la seguridad cuando el nivel de riesgo excede el nivel promedio para esta playa.

Usando este procedimiento, el nivel general de recursos para seguridad es igualado con el nivel promedio de riesgo y se pueden hacer ajustes a los recursos de seguridad según cambian los niveles de riesgo y las condiciones.

Este plan asegura que los peligros en la playa y el nivel de riesgo son claramente identificados permanentemente y que los recursos de seguridad son apropiados para mantener una seguridad pública adecuada en la playa.

El mundo frente al modelo australiano y el caso chileno

El éxito en la prevención de los accidentes sufridos por bañistas en Australia, provocó que este esquema se imitara en otros países desarrollados con costas peligrosas, tales como Estados Unidos, Nueva Zelanda, Japón, entre otros con gran éxito. En el caso de Latinoamérica la norma sigue siendo hacer énfasis en el rescate. Mientras que Brasil es la única excepción de la zona que ha empezado a clasificar sus playas según su potencial de peligrosidad, en México las zonas de rompiente de la costa pacífica siguen siendo llamadas las garras de la muerte. En Colombia según Rangel-Buitrago & Anfuso (2009) en algunas playas de la costa del Pacífico es común que cuatro o más personas se ahoguen cada mes.

En Chile los esfuerzos se han enfocado al rescate, la concientización de la población de los peligros del mar mediante spots publicitarios y el uso en las playas de mayor concurrencia del sistema de banderas verde y roja para restringir el baño según las condiciones del oleaje. De esta forma los salvavidas y patrullas, quienes por casi un siglo han patrullado nuestras playas, a pesar de estar normalmente bien entrenados en técnicas de rescate, reciben poco entrenamiento y a menudo tienen poco conocimiento de la causa de los problemas, es decir, de la dinámica de la playa y la zona de surf.

Es de esperar que no sea necesario que la geografía litoral chilena se deba desarrollar a tal magnitud que sea capaz de influir a las autoridades para que se aplique el modelo de administración del peligro en las playas basado en el conocimiento de la dinámica natural del litoral, y así se logren disminuir el número de accidentes en la costa que según datos de DIRECTEMAR durante la Temporada de Playa 2010/2011 ascendieron a 466 casos.

Bibliografía

Gould, R., (1997). USLA lifesaving statistics, National Lifesaving Statistics Report 1996. American Lifeguard Magazine, 13, 8-9.

Rangel-Buitrago, N. & Anfuso, G. (2009). Assement of Coastal Vulnerability in la Guajira Peninsula. Journal of Coastal Research.

Shepard, F., (1950). Longshore bars and longshore troughs. Beach Erosion Board, Technical Memo 15, p. 32.

Short, A. (1997). Australian Beach Safety and Management Program, International Medical-Rescue Conference. Leuven, Belgium, International Life Saving Federation.

Short, A. & Hogan, C. (1990). Beach Hazards & Safety. Journal of Coastal Research.

Short, A. & Hogan, C. (1994). Rip Currents and beach hazards: Their impact on public safety and implications for coastal management. In: FINKL, C.W. (ed.), Coastal Hazards. Journal of Coastal Research Special Issue No. 12, pp. 197- 209

Aporte de Daniel Acuña N.



El Triple costo del Carbón

Dada la contingencia ambiental, con personas cada vez más ávidas de información, creo prudente entregar algunos antecedentes relacionados con la producción de energía y específicamente con el impacto de las termoeléctricas.

Las termoeléctricas representan cerca del 50% de energia a nivel mundial. Si bien es de conocimiento público que estas plantas son altamente contaminantes, el negocio se sustenta debido al bajo costo de operación.

Según los representantes de estas empresas, quienes directa o indirectamente tienen algún grado de paricipación política, el beneficio sustancial del uso del carbón es mantener bajos precios de energía para las familias y sus PYMES, los que serían ampliamente afectados con la implementación de energías renovables como la solar y eólica.

No obstante lo anterior el costo público de quemar carbón está muy lejos del costo de esta materia prima en si misma. Los impactos de esta inductria van mucho más allá de iluminar nuestras casas.

Salud e Impacto ambiental:

Al estimar los costos escondidos de esta industria, debemos llevar a su contabilidad una serie de externalidades. Entre ellas podemos considerar las altas tasas de cáncer y otras enfermedades de los sitios de minería del carbón (fibrosis pulmonar), daño ambiental (contaminación del aire), y pérdida de oportunidades relacionadas con el turismo (destrucción de cerros y alteración ecosistémica).
Según un estudio realizado por la Universidad de Harvard, los costos escondidos de la quema de carbón en EEUU promedian los 345 billones de dólares al año, y puede fluctuar entre los 175 y 523 billones. Dichos valores se sustentan en el aumento de niños con asma, la contaminación de lagos por la lluvia ácida, y el cambio climático.

El costo promedio de producir un 1 kw/ hora en el país del norte es de 10 centavos, ha esto debiera agregarsele 18 centavos por kw/hora por cncepto de las externalidades mencionadas arriba.

¿Quién paga esa diferencia?. La comunidad. Cada cuidadano norteamericano paga sus impuestos los que se reajustan de acuerdo a las necesidades públicas actuales. De esta manera, el sustento económico y a la vez slogan de la industria del carbón sería bastante cuestionable.

En Chile el 48% de nuestra matriz energética está compuesta por termoeléctricas; un dato no menor al momento de proponer un debate energético.

JUSTICIA AMBIENTAL. “EL EX BASURA LA CAÑAMERA Y LAS VILLAS FERROVIARIAS”.



El basural La Cañamera, ubicado en el límite sur oeste de la Comuna de Puente Alto, formó parte de uno de los siete lugares para la disposición final de los residuos sólidos domiciliarios con el que contaban el Área Metropolitana de Santiago, en el se disponían los desechos de más de 5 comunas de la zona sur, correspondiente a una población de más de 900 mil habitantes. Su explotación se inicia el año 1962, siendo clausurado de manera definitiva en 1978, sin embargo hasta la década del 90 fue utilizado como vertedero ilegal.

En 1996 se encomendó a la Universidad Católica de Valparaíso la elaboración de un estudio, el cual estaría destinado a servir de antecedente base para la ejecución del proyecto de recuperación del ex-basural La Cañamera. Este proyecto se enmarcó dentro del programa de Forestación Urbana que el Ministerio de la Vivienda y Urbanismo llevo adelante con el propósito de mejorar la calidad de vida de los habitantes del país. El documento, elaborado reveló que se tomaron 16 mediciones de biogás en la zona encontrándose en cuatro de ellas concentraciones superiores al 5%, con alto riesgo de explosión, y recomienda la instalación de 20 chimeneas, para que así la zona este apta para ser convertida en área verde. Sin embargo, los ductos jamás se instalaron.

Casi 15 años después en este mismo espacio, se ubican 5 villas de viviendas sociales ya que a mediados de los 90 fue elegido como un sitio apto para construirlas, villas que vieron la luz gracias a una alianza entre el Serviu y la empresa Copeva. Fueron estas mismas casas las que se inundaron en el invierno de 1997 y que se hicieron famosas por haber sido impermeabilizadas con plásticos. En ese episodio no sólo se vio afectada la villa Los Ferrocarriles, sino también las poblaciones El Volcán 1 y 2, que también circundan La Cañamera.

La historia de estas villas comienza en noviembre del año 1994 con el ministro de Vivienda de la época, Edmundo Hermosilla, cuando se reemplazó el plan intercomunal de Santiago, vigente desde 1960, ampliando los niveles de densificación que en Puente Alto, alcanzan el máximo autorizado por ley: 600 habitantes por hectárea. Conjuntamente la empresa Copeva, de Francisco Pérez Yoma, compra en 739 millones los terrenos aledaños a La Cañamera, y se los vende al Serviu, que a su vez, le encarga a la misma empresa construir las 4 villas El Volcán. Pocos días después de aprobar el plan regulador, Copeva le compra al organismo estatal un paño para construir la villa ferroviaria 1 y 2.

Luego de 7 años de construidas y habitadas estas villas, explota a fines del 2003 una cámara de alcantarillado en la Villa San Guillermo, colindante a las Villas ferroviarias. El Serviu, después de este suceso construye las chimeneas y además, entremedio autoriza que se construyan más poblaciones aledañas.

La explosión de la cámara, no es, solo con lo que han tenido que lidiar los vecinos, además de la aparición de diversas y extrañas enfermedades. Una de las más complicadas es el síndrome Guillain Barré que afectó, principalmente, a los jóvenes de la población. Este síndrome provoca un deterioro del sistema nervioso, causando un debilitamiento muscular. Si bien, las causas de esta enfermedad todavía no son conocidas, estudios científicos indican que se podría producir por la acción de algún virus, pero tampoco descartan que se deba a la presencia de algunos químicos. De lo que sí hay certeza es que afecta a una de cada 100.000 personas, mientras que en La Cañamera se dieron siete casos entre cinco mil.

A estos casos se suman los distintos tipos de cáncer que comenzaron a padecer algunos de los pobladores y otras patologías que sí se asocian directamente con la contaminación ambiental.

En 2006, y después de una denuncia en un programa de televisión, diversos organismos llegaron a hacer estudios al lugar. La hipótesis principal era que el vertedero podía estar generando la emanación de gases que podrían estar afectando la salud de las personas. Esto porque ya en 1998, algunos exámenes de sangre y orina de algunos de los pobladores daban cuenta de la presencia de metales pesados en sus organismos. La suposición se sostenía además porque, según el testimonio de algunos vecinos, al escavar en sus patios encontraban inmediatamente rastros de basura.

Pero el estudio oficial, encargado a la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, indicó que los niveles de contaminación eran normales, pese a que el ex vertedero estaba ubicado sólo a unos metros de los emplazamientos urbanos, en circunstancia en que las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiendan ubicarse a una distancia mínima de dos kilómetros. Estos resultados paralizaron la investigación y desviaron la atención de los medios y las autoridades.

En contraste, algunos análisis realizados por la toxicóloga Laura Börgel encontraron presencia de diversos gases e incluso monóxido de carbono. los vecinos de la villa Estaciones Ferroviarias deciden también levantar un estudio con fondos propios consiguiendo la asesoría técnica de un grupo de geólogos de la Universidad de Chile, encabezado por Joselyn Tapia Zamora. La investigación plantea realizar un muestreo exploratorio de agua, suelo y frutos con el objeto de determinar concentraciones anómalas de metales traza.

Los resultados de dicho estudio fueron muy diferentes a los realizados anteriormente ya que dos de las tres muestras de agua extraídas sobrepasan en un 90% el máximo admisible de concentración de cobre que establece la norma chilena. Cabe preguntarse, si existe una relación entre este hallazgo y la descomposición de la basura bajo el suelo. De ser así, sería muy probable que algunos fluidos tóxicos se estén filtrando a través de las cañerías. Respecto a las muestras de suelo y frutos, el informe señala que “las concentraciones de plomo se encuentran sobre la media definida para los suelos cultivados del valle del Maipo” y que el cadmio, elemento altamente tóxico, excede el límite admisible por el SAG para suelo agrícola en un 50%.De todas formas, la polémica pasó y los vecinos continuaron sin respuestas.

Lenta y sin respuestas también continuó la demanda civil interpuesta contra el Estado, el Serviu y la empresa Copeva en 2001 por la deficiente construcción de sus casas. En el tintero también quedó un proyecto que pretendía instalar extensas áreas verdes que serían bautizadas como Parque La Cañamera. En reemplazo existen una serie de chimeneas que conectan a la tierra que se colocaron con el objetivo de mitigar la emisión de los gases.

Cada cierto tiempo la polémica por el vertedero La Cañamera vuelve a reflotar. Y pese a que, en un principio, los pobladores aseguraban que no se irían del lugar porque sus casas eran todo lo que tenían, la Asamblea Popular de Puente Alto solicita y lucha actualmente por el traslado de las familias del lugar y la condenación de las deudas que sus casas.


ANA ARENAS PUEBLA.

Efectos Ambientales de los Tsunamis: Perspectivas en Chile y el Mundo


Los desastres naturales en el mundo

Las comunidades alrededor del mundo han estado haciendo frente a una frecuente y variada cantidad de desastres, que han tenido un sinnúmero de causas y efectos. Mientras existe mucha atención puesta sobre los efectos negativos de los desastres acontecidos que han afectado al medio ambiente, menor atención ha despertado las variadas implicaciones que generan las pobres prácticas de manejo ambiental y la degradación ecológica, lo que agrava el impacto de los desastres.

El número de gente afectada por desastres hidrometeorológicos, geológicos o biológicos, y la pérdida económica como resultado de estos, ha aumentado considerablemente. Los desastres han afectado particularmente a los países con menores ingresos, por ejemplo el Huracán Mitch causó más de mil millones de dólares de pérdidas en Nicaragua en 1998, cuya cifra era más del 50% de su PIB. El Tsunami que afecto Asia el 2004, desplazo más de 30 km³ de agua resultando en tsunami que afecto a más de 12 países (Bilham, 2005). Millones de personas fueron desplazadas, y sus casas y ciudades fueron destruidas teniendo como cifra de mortandad de unos 250.000 personas (Miller, 2005), generando costos de unos US$ 5.3 billones (Linnerooth-Bayer et al., 2005).

Muchos científicos han discutido respecto a la correlación de los eventos extremos (tales como tifones, tormentas, etc.) y el cambio climático global, particularmente en el Panel por el Cambio Climático (IPCC). Los expertos y otras instituciones están ligando cada vez más las tendencias actuales de mayor severidad y frecuencia de los desastres con el aumento de las temperaturas promedio, cambios asociados a las velocidades del viento, y las precipitaciones (Araya, 2010).

Mientras que buenos y potentes argumentos que liguen al cambio climático global con los desastres naturales deben aún ser generados, existe un claro consenso en que los efectos de los desastres sobre el ambiente, la ecología y los establecimientos humanos, se ven incrementados con la degradación medioambiental.

El estudio y los análisis de la gestión de desastres han sido intrínsecamente incorporados en el manejo ambiental para desarrollar las estrategias y políticas que llevaran a mejorar las prácticas de la mitigación de desastres y de la reducción del riesgo (ej. Inglaterra). Hay una clara necesidad de levantar conocimiento y de desarrollar estrategias, enfatizando en las externalidades positivas de buenas prácticas medioambientales para manejar de mejor manera los desastres ambientales, y las interrelaciones cíclicas entre medioambiente y desastres.

Eventos ambientales extremos, así como inundaciones y huracanes han sido una “ventana de oportunidades” o “catalizadores” (Iwan et al., 1999; Pelling y Dill, 2005). Por ejemplo después del huracán Adrew que devastó florida en 1992, se renovó el interés en esforzarse en construir códigos que presenten una oportunidad para los actores sociales de promover políticas de mitigación (Iwan et al., 1999; Pelling y Dill, 2005). Los desastres bien capitalizados pueden ser un importante vehículo para los cambios que podrían no ser sostenibles sin estas “crisis” (Johnson, 2006). Estos ejemplos ilustran como las experiencias extremas medioambientales y los desastres naturales pueden influenciar a la gente y su preocupación por estas situaciones, lo que posibilita la introducción de políticas que pueden reducir el riesgo de futuros eventos desastrosos. También los medios de comunicación que reportan y discuten sobre desastres naturales pueden influir positivamente sobre estos tema, dependiendo de la manera como los tomen, y subsecuentemente influenciar políticas de innovación para dar cuenta de estos (Arnell et al., 1984).

Los Tsunamis y sus efectos ambientales

Se sabe que los Tsunamis son provocados como respuesta de las masas de aguas a fenómenos de tipo geológico (Lagos, 2000). Los impactos de los tsunamis en zonas costeras dependerá de las diferencias que presenten sus formas superficiales y sus dimensiones (playas, dunas, estuarios, etc.), pendiente, batimetría, elevación, y la presencia o ausencia de barreras como arrecifes de corales o manglares. En algunas localidades costeras, los campos de dunas actuaron como escudos ayudando a detener el embate de la masa de agua, en conjunto con su vegetación componente (Figura N° 1). Estas situaciones han sido consideradas en el debate científico respecto del papel de estas geoformas y de la vegetación costera, y sus efectos positivos en la protección ante tsunamis (Kathiresan y Rajendran, 2005, 2006; Kerr et al., 2006).

Figura N° 1 Efecto del Tsunami en Dunas, Región del Maule

Fuente: Colección fotográfica del autor.

Dentro de sus efectos ambientales se puede contar con los siguientes:

La basura y escombros son los primeros problemas críticos que enfrentan los países post-tsunamis. El volumen y la magnitud de los escombros van mucho más allá de las capacidades normales de cualquier país, para dar cuenta de estos eventos (Figura N° 2). Esto combinado con materiales peligrosos y sustancias tóxicas que se pueden mezclar con la basura de manera inadvertida, dentro de los cuales se incluye asbesto, aceites y combustibles, y otras materias primas y productos químicos industriales. Los intentos de rápida limpieza de las áreas afectadas también ha dado lugar a métodos inadecuados de la disposición de estos, incluyendo la quema y la disposición en sitios eriazos no controlados (open dumping), con sus consecuentes efectos secundarios en el medio ambiente.

Figura N° 2 Escombros resultantes del paso del Tsunami por las costas de Chile, Región del Maule

Fuente: Colección fotográfica del autor.

Otro problema es la contaminación del suelo y el agua. La salinización del agua de cuerpos tales como ríos, pozos, lagos interiores y acuíferos de agua subterránea han ocurrido en mucho de los países afectados por estos fenómenos naturales. Esto también ha afectado a la fertilidad del suelo de regiones agrícolas, debido a la salinización y a la contaminación de los escombros, cuyos efectos negativos son observables a mediano y largo plazo. Algunos cuerpos de agua han sido contaminados por pozos sépticos dañados o destruidos, con las aguas sucias infiltradas en el sistema de abastecimiento de aguas. El programa ambiental de las naciones unidas (UNEP) ha reportado daños ambientales extensivos en infraestructura, edificios y zonas industriales. Esto incluye los sistemas de agua potable y alcantarillado, vertederos de basura sólida y centros de tratamiento de residuos, particularmente en zonas urbanas (Sri Lanka e Indonesia, 2004; Chile 2010; Japón 2011).

A nivel local la carencia de recursos para mapear la vulnerabilidad y el riesgo, y las líneas de bases demográficas y otros datos, compone el problema de realizar evaluaciones mas completas. Esto afecta claramente la instalación de sistema de alerta temprana para la protección de la comunidad y los planes de largo plazo para la gestión de desastres y su mitigación, como las fases de rehabilitación y de reconstrucción que se ejecutan como respuesta a los tsunamis. Tal información también es necesaria para asistir a las futuros planes de monitoreo y estrategias de respuesta a los desastres.

El Tsunami en Chile

En Chile, los esfuerzos por dar cuenta de los efectos del Tsunami acaecido el 27 de Febrero de 2010, ha dado ya algunos frutos. Si bien es cierto que ha pasado poco tiempo después de tal evento desastroso (aún no se terminan de ver todos los efectos de este, y falta algunos años más para poder determinarlos), intentos como el documento elaborado por la Universidad Católica (Definición de Áreas de Peligro de Tsunami diferenciado, 2010) ha generado expectativas de una mejora en el manejo ambiental de estos temas, definiendo por ejemplo zonas de alto, medio y bajo peligro de inundación de tsunamis. Esto sin duda ayudará a generar planeamientos territoriales más efectivos, que ayudarán a su vez a mitigar los efectos de futuros eventos tsunámicos, generando por ejemplo, zonas de restricción para la construcción.

Con esto se han elaborado planes maestros para 25 localidades, se firmaron protocolos de reconstrucción con 12 municipios de Borde Costero, obras de mitigación, entre otros, involucrando entidades gubernamentales como el MINVU, MIDEPLAN y el MOP (Plan de Reconstrucción del Borde Costero en las Regiones De O’Higgins, Maule Y Bio-Bio, Gobierno de Chile, 2010).

Sin embargo queda un gran camino por delante, ya que la implementación de este tipo de medidas es nueva en Chile y falta experiencia y probablemente una conciencia real de las oportunidades y desafíos que estos eventos catastróficos pueden tener. Aparte de las iniciativas gubernamentales se necesita de una mayor inversión en investigación (factores ya conocido), pero también una mayor difusión de lo que puedan generar los científicos, para desarrollar de mejor manera las redes comunicantes entre las entidades y personas que se encargan de generar productos científico-técnicos, y las comunidades que son potencialmente receptoras de los avances en el conocimiento de nuestras costas, de su comportamiento y funcionalidad, y del cuidado que hay que guardarles, etc. Además de una exigencia constante de estos actores sociales, de que se cumplan por parte de las autoridades, todos los planes de carácter ambiental-territorial en los plazos y magnitudes pactados. Se espera entonces que la sociedad civil tome parte activa de tal responsabilidad, ya que de no ser así, todos estos esfuerzos iniciales pueden quedar solo en la tinta, lo que conllevara a que de ocurrir otro desastre (que es lo más probable), los efectos sociales y ambientales, sean aún más drásticos para nuestra población.

Claves del Manejo Ambiental frente a Desastres Naturales

Es importante entonces el uso sostenible y el manejo de los ecosistemas, incluyendo un mayor planeamiento del uso del suelo y el desarrollo de actividades que reduzcan el riesgo y la vulnerabilidad. Esto pide la puesta en práctica de un manejo de los recursos naturales de manera integrado con el medio ambiente que incorpore un programa de reducción de la magnitud de los desastres.

Los programas y proyectos restaurativos también tienen múltiples beneficios, los programas de reforestación costera post tsunamis en muchos países (con vegetación nativa), no solo absorben la energía de futuros tsunamis, sino que también previenen la erosión costera y ayudan a la generación de ecosistemas costeros, a la disminución del CO2, entre otros.

Se ha comprobado que el tsunami ha tenido menos impacto en áreas donde los ecosistemas fueron protegidos y las comunidades locales eran conscientes de los peligros que representaban esas zonas costeras, que aquellas zonas en donde el desarrollo de las ciudades se realizó muy cerca de la línea de playa. En lo que concierne al medioambiente no todo debe concentrarse a los preparativos pretsunami, sino que también a las acciones a tomar para una situación post-desastre. Se debe aprovechar el gran poder de resilencia que tienen las zonas costeras, aportada por sistemas como las dunas y los ecosistemas que estas pueden albergar.

Todos los potenciales programas de manejo deben ser incorporados a todos los niveles del gobierno, a los hogares y comunidades, a los pueblos, ciudades, provincias y a la nación misma porque es un tema que afecta a todos. Además la protección de medio ambiente debe estar ligada a otras prioridades de desarrollo, como la pobreza, la salud, y todos aquellos aspectos que se vean relacionadas con los desastres. Un acercamiento integrado, multidisciplinario respecto de la gestión de desastres será la mejor manera de reducir las vulnerabilidades que se generan frente a las situaciones de riesgo.

Referencias Bibliográficas

- Araya, C. (2010). Morfogénesis evolutiva y sedimentología del sistema de dunas costeras de La Trinchera, Región del Maule. Memoria para optar al título de Geógrafo. Universidad de Chile, Escuela de Geografía. Inédito.

- Arnell, N., Clark, M. Gurnell, A. (1984). Flood insurance and extreme events: the role of crisis in prompting changes in British institutional response to flood hazard. Applied Geography 4: 167–181.

- Bilham, R. (2005). A flying start, then a slow slip. Science 309: 1126.

- Johnson, C. (2006). Crises as catalysts for adaptation: human responses to major floods.

- Kathiresan, K., Rajendran, N. (2005). Coastal mangrove forests mitigated tsunami. Estuarine, Coastal and Shelf Science 65: 601–606.

- Kathiresan, K., Rajendran, N. (2006). Reply to ‘Comments of Kerr et al on ‘‘Coastal mangrove forests mitigated tsunami’’’. Estuarine, Coastal and Shelf Science 67: 542.

- Kerr, A.M., Baird, A.H., Campbell, S.J. (2006). Comments on ‘‘Coastal mangrove forests mitigated tsunami’’ by K. Kathiresan and N. Rajendran [Estuar. Coast Shelf Sci. 65: 601–606]. Estuarine, Coastal and Shelf Science 67, 539–541.

- Lagos, M. (2000). Tsunamis de origen cercano a las costas de Chile. Revista de Geografía Norte Grande 27: 93-102.

- Linnerooth-Bayer, J., Mechler, R., Pflug, G. (2005). Refocusing disaster aid. Science 309 (5737): 1044–1046.

- Miller, G. (2005). The tsunami’s psychological aftermath. Science 309: 1030–1033.

- Pelling, M., Dill, K. (2005). Natural disasters as catalysts for political change. Environmental Crisis, Social Instability and Political Change Project no. Working Paper. No. 1.

Recursos Electrónicos

- Definición de Áreas de Peligro de Tsunami diferenciado. (2010).

http://www.minvu.cl/incjs/download.aspx?glb_cod_nodo=20100901145818&hdd_nom_archivo=Definicion%20de%20Areas%20de%20Peligro%20de%20Tsunami.pdf

- Plan de Reconstrucción del Borde Costero en las Regiones De O’Higgins, Maule Y Bio-Bio, Gobierno de Chile. (2010).

http://www.minvu.cl/incjs/download.aspx?glb_cod_nodo=20101129124219&hdd_nom_archivo=Presentacion%20MINVU%20Borde%20Costero%2024Nov2010.pdf


Cristian Araya Cornejo